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El Economista Encubierto: ¿justifica la pandemia los regalos malos esta Navidad?

Los argumentos en contra de los obsequios mal elegidos son poderosos. Pero, el Covid-19 podría haber cambiado todo eso.

Por: Financial Times. Traducido por Renato García J. | Publicado: Miércoles 23 de diciembre de 2020 a las 12:51 hrs.
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Tim Harford*

Algunos dicen que cualquier forma de intercambiar regalos en Navidad es buena, pero un encuentro apresurado junto a una salida de la autopista seguramente está en el límite de lo aceptable. Mi hermana estaba furiosa. Habíamos planeado salir a caminar juntos por el bosque el día antes de Nochebuena, una de las actividades más seguras posibles. Ya no más. Fiel a su estilo, el primer ministro británico Boris Johnson había prometido mucho más de lo que parecía posible, luego se dio cuenta de que no podía ser, y lo descartó todo en un torbellino de confusión. Si el intercambio de regalos iba a ser legal, solo teníamos un par de horas para hacerlo.

Mientras conducía hacia la cita, no pude evitar reírme de mí mismo. Durante 15 años he estado escribiendo columnas sobre el problema de los regalos de Navidad, y ahora estamos poniendo a prueba la idea bajo las condiciones más extremas. Si no quedara nada de la Navidad excepto los regalos, ¿qué haría? La situación reveló la respuesta: a casi cualquier costo, entregaría los malditos regalos.

Los economistas tenemos una relación conflictiva con los regalos. Nuestra objeción es simple: la gente no es muy buena comprando regalos de Navidad. A un cuñado al que le gusta el cricket le regalamos un tazón con temática de este deporte cuyo único propósito es simbolizar el hecho de que sabemos que le gusta el cricket.

A un amante de la música le damos un CD, sin darnos cuenta de que tiró el reproductor de CD hace años y ahora solo escucha vinilos. La camisa era preciosa pero no le quedó bien; los juguetes habrían sido geniales hace tres años; el libro estuvo tan bien elegido que, de hecho, el destinatario lo leyó el verano pasado. Muchas trampas acechan incluso para un obsequio elegido con empatía, imaginación y paciencia, y para mediados de diciembre, muchos de nosotros nos estamos quedando sin los tres.

Este problema fue estudiado formalmente por primera vez a principios de la década de 1990 por Joel Waldfogel, economista y autor de "Scroogenomics". Cada Navidad desviamos los escasos recursos de energía, materias primas y tiempo para comprar regalos no deseados que terminarán en el basurero. No es un chiste.

Pero los economistas tienen un problema de imagen, por lo que la gente se ríe de Waldfogel a pesar de que esencialmente tiene razón. He descubierto que es mejor citar a Harriet Beecher Stowe que hizo la misma observación hace 170 años: “En esta época del año, se desperdician cerros de dinero en conseguir cosas que nadie quiere y que a nadie le importan después de conseguirlas".

Le pregunté a Waldfogel, el propio Sr. Scrooge, si la pandemia ha cambiado su opinión sobre los regalos de Navidad. “Algunas cosas son realmente diferentes en este año del Covid”, me dijo. Algunas personas han perdido sus trabajos, mientras que otras están ganando más dinero, pero no tienen cómo gastarlo. "Quizás incluso los regalos malos sean una inversión útil y de rendimiento relativamente alto este año".

Con otras vías de celebración bloqueadas, sospecho que muchas personas han invertido aún más dinero y esfuerzo en regalos este año. Yo, al menos, así lo he hecho, en contra de mi mejor juicio. Sin embargo, mi escepticismo sobre los regalos se mantiene.

En algunos casos, el obsequio lógico sería dinero en efectivo, pero ese es siempre un asunto delicado. Waldfogel ha defendido durante mucho tiempo las donaciones a iniciativas de caridad, y este año el argumento a favor estos "obsequios" es más fuerte: en lugar de dar las habituales chucherías de cricket, ¿por qué no donar a nombre del amante del cricket a una organización benéfica deportiva?

Antiguamente, la Navidad no se trataba de regalar obsequios comprados en una tienda, era un festival de banquetes públicos y juergas que los cristianos más puritanos criticaban. Cuando Clement Clarke Moore escribió: "Era la noche antes de Navidad", en 1822, lo hizo como parte de un movimiento que buscaba desligar la Navidad de las pandillas callejeras de borrachos y enfocarla más como una tranquila celebración doméstica. “Ni una criatura se movía” y todo eso. Y cuando la Navidad es una ocasión para quedarse en casa, los obsequios de comida y bebida a los juerguistas estridentes son reemplazados por regalos de juguetes, libros y sales de baño para los miembros de la familia.

Este año, Clement Clarke Moore finalmente cumplió su deseo. Estamos todos en casa. La pandemia ha funcionado como una bomba de neutrones, destruyendo los abrazos, los banquetes, los villancicos y las visitas de parientes ancianos, al tiempo que ha permitido que el flujo de plástico envuelto para regalo continúe sin cesar.

Qué lástima que las cosas no sean al revés. Imagínate un universo alternativo en el que los villancicos y banquetes con familiares y amigos fueran posibles, pero debido a un extraño virus que afecta al papel de regalo, fuera inseguro e ilegal repartir presentes.

¿Preferirías esa Navidad imaginaria a la que tenemos en 2020, donde los regalos se consiguen fácilmente, pero muchas de las tradiciones seculares y religiosas están prohibidas?

Hacer la pregunta es responderla. Ya sea que el verdadero espíritu de la Navidad se encuentre en el pesebre o en el cuenco de vela, o en la combinación mágica de ambos, podría sobrevivir con menos regalos mal elegidos.

Sobre todo, espero que la sola dificultad de celebrar con familiares y amigos nos haga más conscientes de lo que hacemos. ¿Y quién sabe? Quizás el año que viene hayamos aprendido una lección sobre lo que es realmente valioso en esta extraña festividad.

* Harford es autor de varios libros incluido el best seller El Economista Encubierto de 2007 que da nombre a su columna en FT. 

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